Conocí a Andrés Rojas hace varios años en los cursos de Comunicación Integral en un instituto pedagógico del Callao. En un correo suyo, me avisa la creación de su blog en el que publicará sus textos. Por esta alegría, comparto con ustedes este fragmento de una de sus historias.
Cap. 2 : "Daniel de la guardia"
La policía, la ambulancia, todos se alertaron después del estallido del auto totalmente destrozado. Allí, a una gran distancia ya de aquel evento, encontraron a dos jóvenes hermanos. Clara, aun desmayada por lo sucedido, y a Julián, que se encontraba mudo y sin dar razón de que pasó o como sucedieron las cosas. Sólo se hallaba allí de pie, aun lado de la pista, mirando hacia un solo punto de la tierra buscando un rastro de aquel ser que lo salvo o simplemente…….alguna pluma blanca en el aire.
Pasó la tarde y la lluvia había cesado. El movimiento en el hospital ya estaba bastante más calmado que las primeras horas del día. ¡Dónde están! – exigió saber Raúl Revilla al ingresar a la sala de recuperación. Entonces, entró para ver con alegría y con calma a sus sobrinos ya restablecidos del accidente. Clara, aun dormida por los sedantes, y Julián, sentado en su cama de reposo, oyendo a su tío sin prestarle la más mínima atención a sus palabras. Bueno, hijo mío, ya sólo tengo que arreglar unos papeles y nos iremos a casa. Ha sido un milagro y me alegra que no les haya pasado nada malo – terminó de decir el tío Raúl y después de abrazar a su sobrino salió de la sala. ¡Un milagro! – pensó Julián de manera fugaz. Miró al lado izquierdo de la habitación y divisó a su hermana que dormía. Es en ese momento en el que una extraña sensación lo embargo: “Alguien más estaba en esa sala de descanso”.
La policía, la ambulancia, todos se alertaron después del estallido del auto totalmente destrozado. Allí, a una gran distancia ya de aquel evento, encontraron a dos jóvenes hermanos. Clara, aun desmayada por lo sucedido, y a Julián, que se encontraba mudo y sin dar razón de que pasó o como sucedieron las cosas. Sólo se hallaba allí de pie, aun lado de la pista, mirando hacia un solo punto de la tierra buscando un rastro de aquel ser que lo salvo o simplemente…….alguna pluma blanca en el aire.
Pasó la tarde y la lluvia había cesado. El movimiento en el hospital ya estaba bastante más calmado que las primeras horas del día. ¡Dónde están! – exigió saber Raúl Revilla al ingresar a la sala de recuperación. Entonces, entró para ver con alegría y con calma a sus sobrinos ya restablecidos del accidente. Clara, aun dormida por los sedantes, y Julián, sentado en su cama de reposo, oyendo a su tío sin prestarle la más mínima atención a sus palabras. Bueno, hijo mío, ya sólo tengo que arreglar unos papeles y nos iremos a casa. Ha sido un milagro y me alegra que no les haya pasado nada malo – terminó de decir el tío Raúl y después de abrazar a su sobrino salió de la sala. ¡Un milagro! – pensó Julián de manera fugaz. Miró al lado izquierdo de la habitación y divisó a su hermana que dormía. Es en ese momento en el que una extraña sensación lo embargo: “Alguien más estaba en esa sala de descanso”.
Termina de leer el cuento aquí.
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