
Ayer, día del evento, llegué puntual, como debe ser, y observé que el patio se había convertido en un gran anfiteatro: lo habían toldado completamente. Las sillas de plástico blancas, muy bien distribuidas, hacían las veces de butacas; los telones azules cubrían el escenario donde las actrices y actores ofrecerían sus representaciones; las máscaras con expresiones de alegría y tristeza nos saludaban desde las telas que simulaban ser paredes; la música ambiental nos decía que sí, efectivamente, estábamos en una de las mejores salas de Lima y del primer puerto.
Los padres de familia y los miembros del jurado (un actor, una profesora y yo) pasamos más de tres horas disfrutando las representaciones de textos inolvidables como “La Iliada”, “Ña Catita”, “Bodas de sangre” y, otros menos populares, como “El caballero sin caballo” o “Función para cuatro”.
Por el escenario, desfilaron estudiantes de 1º a 5º de Secundaria en verdadero combate para llevarse tan ansiada presea. Reconocí de inmediato a varios de ellos, pues habíamos pasado dos horas a la semana en un cursito de Comprensión Lectora durante el 2002 cuando ellos estaban en 6º. ¡Cómo habían crecido estos chicos! Sin embargo, varios seguían igual de delgados o gruesos. Algunos irreconocibles, es cierto, pero con sus persistentes rasgos que no sé olvidar, aunque sus nombres se me mezclen como los ingredientes de un verdadero sancochado.
Al final, varios se acercaron a la mesa. Uno de ellos quien personificó a Milton, el personaje de “Función para cuatro”, me saludó con una sonrisa de oreja a oreja y me dijo:
_ Miss, ¿cómo estuve?
_ Extraordinario. Tu personaje, muy bien construido. ¡Felicitaciones! –le contesté.
_ ¿Vamos a ganar? ¿no?_me interrogó.
Entonces, tomé aire y le expliqué:
_ En esta competencia no es imprescindible ganar. Los mejores premios ya te los llevaste: son las horas de ensayo con tus amigos y amigas, las risas, los apuros para perfilar tu personaje, tus horas de insomnio de cómo saldrá. En otras palabras, es el tiempo que pasaste con tus compañeros de clase en preparar tu escena.
Me contó que han pasado buenas semanas adaptando el guión, diagramando sus afiches, diseñando la escenografía, tomándose fotos para la información de sus dípticos, haciendo de DJ, en suma, la han pasado “bien pajita haciendo teatro”.
Sí, pues, representar un texto teatral es una experiencia diferente porque es un trabajo en equipo que involucra muchas actividades de expresión con el lenguaje. Con él, se descubre diversas formas de comunicación, se desarrolla la creatividad e imaginación; asimismo, se fortalece la personalidad afianzando la autoestima de los chicos y de las chicas. Los educadores tenemos en el teatro un magnífico recurso para desarrollar estas habilidades; acerquémonos a él porque va más allá de su origen etimológico (del griego Theatrón, "lugar para contemplar").