
Hay personas con quienes
compartes algunas horas de la vida y, con los años, sus recuerdos quedan
imborrables. José Luis Mendoza llegó, como muchos jóvenes, al Instituto Paulo
VI para estudiar Educación. Allí, tuve la fortuna de tenerlo como alumno en el
curso de Lengua. Refresco mi memoria y
veo su reflexiva mirada cambiar rápidamente a una animada expresión ante los ejercicios
de ortografía; está también el brazo levantado cuando, en una práctica, enseñaba
a motivar a los niños, cada diez minutos, con nombres bíblicos; igualmente,
aparece esa calma, tan suya, para formular una pregunta…
Hoy, en su casa, a la 1:30 p.m.
fue la misa en cuerpo presente. Allí, estuvimos sus maestros, sus entrañables compañeros
de promoción, sus hermanos en Cristo, amigos
y vecinos para decirle adiós en medio de cantos acompasados con la orquestina
de su parroquia. Un derrame cerebral se
llevó a este gran maestro paulino. Que Dios lo tenga en su gloria.